30/03/2020

Algunas reflexiones sobre tecnología, salud y alimentación



Joan Mier Albert
 Abogado PhD
Law food - Gobernanza alimentaria
joan.mier@icab.cat


Está circulando por las redes algo que a mucha gente le habrá llamado la atención. En una presentación del Dr. Thomas Cowan en la Cumbre de Salud y Derechos Humanos en Tucson, Arizona, el pasado 12 de marzo, hacía referencia al efecto al que estamos sometidos por las radiaciones electromagnéticas, principalmente derivadas, según decía, del incremento de las estructuras que nos permiten estar comunicados: los wi-fis, GPS, satélites enviando señales como hace ya un siglo había empezado a ocurrir con el avance tecnológico derivado de los radares…

Decía, a propósito de la crisis actual del Covid-19 y anotando reflexiones del Dr Rudolf Steiner, analizadas con motivo de la llamada “gripe española” de 1918, que “los virus son la excreción de una célula intoxicada. Son trozos de ADN o ARN expulsados de las células cuando éstas están envenenadas. No son la causa de nada.” También hacía comentarios sobre tratamientos terapéuticos aplicados por él a pacientes con dificultades de salud derivadas de la recepción amplificada de campos electromagnéticos en los cuerpos, por el exceso de partículas metálicas ingeridas y la calidad del agua de las células.

Finalmente volvía a citar al mismo profesor Steiner señalando que si bien en aquella época no había una influencia, tan grande como ahora, de los campos electromagnéticos, ya anunciaba la necesidad de desarrollar un potencial espiritual, de manera más fuerte que un siglo antes. Ese era precisamente su consejo ante la situación actual, “Hagamos lo posible en desarrollar capacidades espirituales”.

Se puede dudar de si todo esto es cierto. El entorno de su presentación y la misma puesta en escena académica parecen serios. Sin embargo, voces del sector más concernido dicen que no son verdaderas algunas de las cosas que dice y le acusan incluso de ser alarmista. No lo sé, pero en cualquier caso ahí queda su consejo espiritual.

Aunque no sea sensato dudar de los buenos propósitos de la aplicación de desarrollos tecnológicos en la vida de las personas, creo que no se han estudiado suficientemente ni valorado previamente los riesgos que los avances tecnológicos puedan tener para la salud, y muy especialmente en el ámbito de la seguridad alimentaria. Además, no se han tenido en cuenta, en términos de desigualdad, las consecuencias que el desarrollo de estas nuevas aplicaciones pudiera tener entre las diferentes economías del planeta. Quizás lo correcto sería debatir, a nivel mundial, cuáles son las ventajas y los riesgos a los que se enfrenta toda la Humanidad si aplicamos estos avances.

Tuve placer de escuchar, no hace mucho más de dos años, a Peter Brabeck-Letmathe, presidente emérito de Nestlé y conferenciante invitado por el Instituto Internacional San Telmo de Sevilla, sobre los avances de las nuevas posibilidades que abre el Big Data en la alimentación. Ya sabemos, decía, que nuevas aplicaciones permiten obtener información a través de dispositivos Lifelogging (registros vitales), de todas las rutinas diarias desde el sueño hasta la vigilia, para compararla con etapas anteriores. El Internet de las cosas ya está permitiendo intercambiar información útil a las empresas para, mediante algoritmos, ofrecer programas personalizados de alimentación a través de sensores portátiles. Esto es lo que la revolución digital va a ir introduciendo en nuestras vidas a partir de … ya.



Hablaba de los beneficios todavía desconocidos asociados a la decodificación del genoma humano y del microbioma que permita conocer a qué riesgos está expuesta su salud personal y cómo prevenirlos. Pequeños dispositivos portátiles conectados a internet, como los brazaletes que incorporan relojes de salud, que recopilan y envían información vía bluetooth a una aplicación del smartphone para monitorizar y hacer recomendaciones de nutrición y buenas prácticas. De esa manera, decía, se puede alcanzar un cambio significativo en el estilo de vida de grandes sectores de la población.

Me paré a pensar por un momento a qué porcentaje de la población se estaba refiriendo realmente. Me cuestionaba que si bien es cierto que en una parte del mundo se lucha y se está consiguiendo alcanzar una vida más larga y más sana, en otra gran parte, con el mayor porcentaje de población joven del planeta, por qué no se consiguen logros parecidos en el mismo objetivo. Allí, alimentación y nutrición no son lo mismo. Me pregunto cuándo llegará a beneficiarse también de esos avances tecnológicos sin que otros nuevos desarrollos pongan de nuevo en evidencia su retraso. La tecnología aplicada y las necesidades primarias no suelen participar en la misma carrera.


Y mientras leo cifras impresionantes sobre el número creciente de teléfonos móviles en África y sus beneficios, leo también que en países nórdicos europeos la mayoría de la población ya no habla por teléfono móvil sin usar auriculares, ni coloca los dispositivos en partes sensibles del cuerpo, para protegerse. 

28 marzo 2020

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