26/03/2020

Pensemos en la alimentación futura

Joan Mier Albert             
 Abogado                            
Food Law - Gobernanza alimentaria













La situación de crisis sanitaria que estamos viviendo me hace pensar sobre aspectos que van a cambiar en nuestras prioridades.

En todo el mundo se producen alimentos para 12.000 millones de personas, aunque somos 7.000 millones, de los cuales 1.000 millones padecen hambre crónica, más de 2.000 millones sufren carencias de micronutrientes esenciales y más de 2.000 millones no tienen acceso a agua potable. Por otro lado, un tercio de los alimentos producidos no son consumidos. Este es el panorama, resumido.

Hay una relación estrecha entre alimentación y salud, y sus carencias tienen una repercusión en el desarrollo de la sociedad. Se van a replantear cuestiones relacionadas con:

   - La confianza en la seguridad alimentaria
   - La producción suficiente y sostenible de alimentos
  - Cambios en los hábitos de consumo derivados de una mayor conciencia en el comportamiento individual y colectivo

Por eso creo que se va a generar un mayor interés en reforzar y crear nuevas vías que permitan acumular reservas para la alimentación futura, por ejemplo, a través del incremento de bancos de semillas o el desarrollo de actividades en el ámbito de la bioeconomía.

Estas inquietudes posiblemente tendrán una traducción en un cierto cambio de paradigma de las políticas agroalimentarias, desde la priorización de la seguridad hacia la garantía de una producción suficiente de alimentos.

La política agrícola comunitaria fue uno de los principales pilares del nacimiento de la integración europea y ha sido hasta ahora la política con mayor peso en el presupuesto común europeo y la que ha generado una mayor actividad reglamentaria. En sus sucesivas reformas, la orientación de esta política ha evolucionado desde el objetivo de garantizar un aprovisionamiento alimentario suficiente (food security), hasta el objetivo de asegurar que los alimentos sean seguros (food safety), y, actualmente, conseguir que la producción de alimentos sea sostenible (economía circular).

Los cambios que estamos viendo en el mundo derivados de la constatación de la evolución de magnitudes que nos afectan globalmente, como son la suficiencia energética, el consumo de agua, el cambio climático o la deforestación, nos tiene que hacer pensar sobre si el objetivo prioritario marcado tras el final de la segunda guerra mundial, garantizar la alimentación de la población, no volverá a ser un objetivo no desdeñable en un futuro que ya está llamando a la puerta.

En los últimos diez años Europa ha prestado gran interés a la alternativa energética de destinar tierras de cultivo a la producción de biocombustibles, sin que haya producido grandes resultados positivos y sí algunos negativos, en particular un encarecimiento de las tierras de cultivo. Ciertamente el desarrollo de fuentes de energía alternativas ha propiciado un cierto freno a la evolución de esa dinámica. Otros retos que se plantea Europa son también la disminución de la obesidad, la reducción del desperdicio de alimentos, el consumo eficiente de agua o el desarrollo de nuevas fuentes de alimentación.

Es necesario hacer frente a estos fenómenos para conseguir que la vida de las personas no solo sea más larga sino que se mantenga en buenas condiciones. Se trata de introducir en los hábitos la transición desde una alimentación suficiente a una nutrición adecuada.

Para garantizar que las futuras generaciones tengan acceso a alimentos variados y abundantes es importante que se preste atención a las reservas y el mantenimiento de la biodiversidad. Los bancos de semillas, auténticas “arcas de Noé” alimentarias, van a desarrollar un papel fundamental en ese objetivo. En esos bancos se mantienen preservadas especies vegetales en forma de semillas almacenadas para asegurar su supervivencia. Esto es de vital importancia para la supervivencia de la especie y la salud de los ecosistemas.

Actualmente hay alrededor de 1.500 “arcas de Noé” de variedades vegetales en el mundo. Seguramente la más conocida sea la Svalvard Global Seed Vault. Sus objetivos consisten en conservar la biodiversidad de las especies de plantas y en particular las dedicadas al cultivo, preservar la variedad genética para desarrollar otras variedades (por ejemplo, cultivos resistentes a las plagas), reponer semillas necesarias si se pierden por desastres naturales o provocados, y garantizar el futuro para la agricultura.

Y mientras tanto, el objetivo de sucesivos compromisos políticos globales de reducir la sangrante lacra del hambre en el mundo vemos que queda lejos de ser cumplido.

El propósito de garantizar niveles de seguridad, abastecimiento y sostenibilidad está en la agenda de las políticas alimentarias de Europa y países económicamente más avanzados, mientras el objetivo “hambre cero” en el mundo queda en declaraciones de buenas intenciones de propósitos postpuestos. Hay zonas del mundo en las que todavía falta mucho por hacer. La alimentación de buena parte de la población en muchos lugares de África no alcanza los niveles mínimos requeridos para vivir y desarrollarse. La tradicional explicación justificando esa realidad, basada en las condiciones climáticas y la aridez de buena parte del suelo no pueden ser aceptables en un mundo en el que la investigación permite grandes avances en el desarrollo de proteínas, incluido el cultivo de cereales adaptados a condiciones extremas. Es una cuestión de destinar medios económicos a esa finalidad, y eso requiere voluntad política global.

25 marzo 2020