Joan Mier Albert
Abogado
Food Law -
Gobernanza alimentaria
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La situación de crisis sanitaria que estamos viviendo me hace pensar sobre aspectos que van a cambiar en nuestras prioridades.
En todo el mundo se producen
alimentos para 12.000 millones de personas, aunque somos 7.000 millones, de los
cuales 1.000 millones padecen hambre crónica, más de 2.000 millones sufren
carencias de micronutrientes esenciales y más de 2.000 millones no tienen
acceso a agua potable. Por otro lado, un tercio de los alimentos producidos no
son consumidos. Este es el panorama, resumido.
Hay una relación estrecha entre
alimentación y salud, y sus carencias tienen una repercusión en el desarrollo
de la sociedad. Se van a replantear cuestiones relacionadas con:
- La confianza
en la seguridad alimentaria
- La producción
suficiente y sostenible de alimentos
- Cambios en
los hábitos de consumo derivados de una mayor conciencia en el comportamiento
individual y colectivo
Por eso creo que se va a generar
un mayor interés en reforzar y crear nuevas vías que permitan acumular reservas
para la alimentación futura, por ejemplo, a través del incremento de bancos de
semillas o el desarrollo de actividades en el ámbito de la bioeconomía.
Estas inquietudes posiblemente
tendrán una traducción en un cierto cambio de paradigma de las políticas
agroalimentarias, desde la priorización de la seguridad hacia la garantía de
una producción suficiente de alimentos.
La política agrícola comunitaria
fue uno de los principales pilares del nacimiento de la integración europea y
ha sido hasta ahora la política con mayor peso en el presupuesto común europeo
y la que ha generado una mayor actividad reglamentaria. En sus sucesivas
reformas, la orientación de esta política ha evolucionado desde el objetivo de
garantizar un aprovisionamiento alimentario suficiente (food security), hasta el objetivo de asegurar que los alimentos
sean seguros (food safety), y,
actualmente, conseguir que la producción de alimentos sea sostenible (economía
circular).
Los cambios que estamos viendo en
el mundo derivados de la constatación de la evolución de magnitudes que nos
afectan globalmente, como son la suficiencia energética, el consumo de agua, el
cambio climático o la deforestación, nos tiene que hacer pensar sobre si el
objetivo prioritario marcado tras el final de la segunda guerra mundial,
garantizar la alimentación de la población, no volverá a ser un objetivo no
desdeñable en un futuro que ya está llamando a la puerta.
En los últimos diez años Europa
ha prestado gran interés a la alternativa energética de destinar tierras de
cultivo a la producción de biocombustibles, sin que haya producido grandes
resultados positivos y sí algunos negativos, en particular un encarecimiento de
las tierras de cultivo. Ciertamente el desarrollo de fuentes de energía
alternativas ha propiciado un cierto freno a la evolución de esa dinámica.
Otros retos que se plantea Europa son también la disminución de la obesidad, la
reducción del desperdicio de alimentos, el consumo eficiente de agua o el
desarrollo de nuevas fuentes de alimentación.
Es necesario hacer frente a estos
fenómenos para conseguir que la vida de las personas no solo sea más larga sino
que se mantenga en buenas condiciones. Se trata de introducir en los hábitos la
transición desde una alimentación suficiente a una nutrición adecuada.
Para garantizar que las futuras
generaciones tengan acceso a alimentos variados y abundantes es importante que
se preste atención a las reservas y el mantenimiento de la biodiversidad. Los
bancos de semillas, auténticas “arcas de Noé” alimentarias, van a desarrollar
un papel fundamental en ese objetivo. En esos bancos se mantienen preservadas
especies vegetales en forma de semillas almacenadas para asegurar su
supervivencia. Esto es de vital importancia para la supervivencia de la especie
y la salud de los ecosistemas.
Actualmente hay alrededor de
1.500 “arcas de Noé” de variedades vegetales en el mundo. Seguramente la más
conocida sea la Svalvard Global Seed
Vault. Sus objetivos consisten en conservar la biodiversidad de las
especies de plantas y en particular las dedicadas al cultivo, preservar la
variedad genética para desarrollar otras variedades (por ejemplo, cultivos
resistentes a las plagas), reponer semillas necesarias si se pierden por
desastres naturales o provocados, y garantizar el futuro para la agricultura.
Y mientras tanto, el objetivo de
sucesivos compromisos políticos globales de reducir la sangrante lacra del
hambre en el mundo vemos que queda lejos de ser cumplido.
El propósito de garantizar
niveles de seguridad, abastecimiento y sostenibilidad está en la agenda de las
políticas alimentarias de Europa y países económicamente más avanzados,
mientras el objetivo “hambre cero” en el mundo queda en declaraciones de buenas
intenciones de propósitos postpuestos. Hay zonas del mundo en las que todavía
falta mucho por hacer. La alimentación de buena parte de la población en muchos
lugares de África no alcanza los niveles mínimos requeridos para vivir y
desarrollarse. La tradicional explicación justificando esa realidad, basada en
las condiciones climáticas y la aridez de buena parte del suelo no pueden ser
aceptables en un mundo en el que la investigación permite grandes avances en el
desarrollo de proteínas, incluido el cultivo de cereales adaptados a
condiciones extremas. Es una cuestión de destinar medios económicos a esa
finalidad, y eso requiere voluntad política global.